lunes, 5 de octubre de 2015

12 de octubre desobediente


En este día de 1492 las tres carabelas de Colón arribaron a Cipango, que no a las tierras de los mayas, los aztecas, los incas, los taínos, los siboneyes y de los tantos otros pueblos que hacían su historia más allá de la tierra plana. Así comenzó el descubrimiento, conquista y colonización con la espada y la cruz de lo que más tarde se llamó América. Por la ley española 18/1987 se argumenta que el 12 de octubre se “inicia un período de proyección lingüística y cultural más allá de los límites europeos” y así van alabándose el día “de Colón”, “del Descubrimiento”, “del Pilar”, “de la Madre Patria”, “de la Raza”, “de la Hispanidad” y finalmente la fiesta por el “Día Nacional de España”. Oscura fiesta que celebra el día en que comenzó el mayor exterminio de estructuras sociales, religiosas, idiomáticas, artísticas y de todo orden para una cultura de paz con la tierra redonda que no conocían los europeos. Con dioses y humanos diferentes a la Cristiandad se apostó por no encontrarse, por no entenderse, por no reconocerse. Todo esto es bastante conocido y lo desconocido siempre alimenta al generador desafío.
Así Cuba inició en 1959 el homenaje a la luz. La isla descubrió los alimentos para transformar la vida. Había nacido otra historia en América Latina. De la estrella solitaria cubana hasta la fundación del Estado Plurinacional de Bolivia presidido por un nativo uru-aimara se engrandece la fraternidad entre los pueblos. En esa república donde la Naturaleza es sagrada, también son sagrados el encuentro, el entendimiento y el reconocimiento. Si los conquistadores del siglo XV sólo podían concebir la gran aventura de su viaje entre tinieblas, los conquistados originarios y mestizos del siglo XXI logran convocar a la épica de la iluminación: la resistencia por un firme acuerdo para el Bien Común.
 
Año tras año y desde 1992, buscando contrarrestar los vítores por los 500 años de un llamado “encuentro de culturas”, se crea entre volcanes el libro de la Agenda Latinoamericana para despertar conciencias allá y aquí. Rápidamente la idea cobra fuerza en el Viejo Mundo. Y si ya es notorio que europeos y españoles busquen esperanzas en América Latina, los catalanes emprenden su proyecto de “ida y vuelta”: cada año comparten con sus hermanos de allende los cielos, la casa, el vestido, el trabajo, la sonrisa y las luchas pendientes. Un viaje que se sustenta en la urgencia de tomar los alimentos sagrados. Si eso es posible tan lejos de nuestros campos de labranza, ¿cómo no imaginar que entre nuestros cultivos también se dan manjares de estrellas? Si en los pueblos de España y de Europa no se descubren esas luces, nada ni nadie podrá impedir el inicio de la desobediencia a la oscuridad.


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