domingo, 9 de agosto de 2015

El junta palabras


Esta es la historia del junta palabras. ¿Qué nos queda sin él? Con los versos de la “Canción del elegido”, del cantautor cubano Silvio Rodríguez, comienzo a escribir: “Siempre que se hace una historia, se habla de un viejo, de un niño o de sí.” No sé qué otra cosa puede ser ahora más importante. “Pero mi historia es difícil: no voy a hablarles de un hombre común. Haré la historia de un ser de otro mundo, de un animal de galaxia. Es una historia que tiene que ver con el curso de la Vía Láctea. Es una historia enterrada. Es sobre un ser de la nada.” Y es que el junta palabras no posee ninguna riqueza ni aspira a ella, salvo creer que en el aire donde respiramos pueden estar todas las voces de la paz si las desenterramos. Así se puede disfrutar de la vida compartiendo el incalculable tesoro de existir como el viento. Él mismo es el viento que “nació de una tormenta en el sol de una noche el penúltimo mes.” ¿Para qué vino al mundo? Él intenta explicarlo una y otra vez sin la menor huella de cansancio. Sólo piensa en juntar las palabras del mejoramiento humano. Por eso “fue de planeta en planeta buscando agua potable. Quizás buscando la vida o buscando la muerte. Eso nunca se sabe.”

El junta palabras que conozco adora todo lo que dice y oye. Piensa que todos estamos en lo mismo. Nunca se plantea si aquel que tiene enfrente puede intentar excluirlo. Él sabe que este lo estaba buscando y eso le basta, porque él también lo buscaba. “Quizás buscando siluetas o algo semejante que fuera adorable, o por lo menos querible, besable, amable.” Como sabe que estas últimas palabras son las más destacables en cualquier encuentro, él es una persona feliz. No importa que en alguno de esos momentos él pueda estar sufriendo por una u otra cosa de las tantas que nos hacen sufrir personalmente. Más tarde o más temprano esas cosas se encaminan a su solución posible, pero las otras, si no las apuramos, nos disminuimos como seres humanos. Por ello él ha comprendido que hasta en el viento más lejano abundan las soluciones. Fue así como “él descubrió que las minas del rey Salomón se hallaban en el cielo y no en el África ardiente, como pensaba la gente.”

Por ser así al junta palabras le sucedieron graves conflictos cuando escuchó al que tenía enfrente. Resulta que unos cuantos canallas obligaban a muchos a vivir en la desesperación. Él no atacó en un primer instante, “pero las piedras son frías y le interesaban calor y alegrías.” ¿Qué hacer? “Las joyas no tenían alma, sólo eran espejos, colores brillantes.” Todo lo que se le ocurría lo rechazaba, pero debía tomar una decisión, “y al fin bajó hacia la guerra…, ¡perdón! quise decir a la tierra.” Entonces voló y voló hasta que “supo la historia de un golpe, sintió en su cabeza cristales molidos y comprendió que la guerra era la paz del futuro.” Pero, no, se negaba a participar del combate a que el otro lo invitaba. No podía imaginar qué sería del mundo en una constante batalla. Dijo que no, no, la única palabra que le trasmitió todos sus secretos: “lo más terrible se aprende enseguida y lo hermoso nos cuesta la vida.”

¿Decir no a la guerra y a tanta necedad que nos viste con traje de etiqueta es decirle sí al que tenemos enfrente? Sabemos que no. Vivimos de migajas con la felicidad de encontrarnos con otro ser humano. En estos tiempos de nuestra impotencia ante las causas que provocan tantos dolores, en estos tiempos en que la cantidad de dinero decide la casa donde vives, la comida que comes, el amor que repartes y la historia que eliges, ¿en estos tiempos es aceptable, “o por lo menos querible, besable, amable”, tener a alguien enfrente? En estos tiempos en que nos estamos matando no resulta fácil para el junta palabras decirle no al ser humano que tiene delante y elige decirle sí. Pero con este sí renuncia al aire que respira y va hacia el combate. Es muy probable que por eso “la última vez lo vi irse entre humo y metralla contento y desnudo. Iba matando canallas con su cañón de futuro.” Entonces volvió a enterrarse la paz, y te elijo a ti, lector amigo, ayúdame, tenemos que salvar al que tenemos enfrente. Como ves, la historia se está acabando y sólo habrá salvación si sigue existiendo en el viento el junta palabras.

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