martes, 1 de octubre de 2013

Los grandes medios cubanos, el poder y la libertad de expresión



En múltiples ocasiones tenemos que confiar en que otro sabe más que nosotros o que está más capacitado para verter un criterio y que este se socialice ampliamente. Es el caso que nos sucede con numerosos profesionales, siendo el que posee mayor unanimidad el de los médicos y en ellos confiamos. Su autoridad es robusta y por consiguiente su poder es casi ilimitado. No nos pasa lo mismo con otras actividades de la vida para las cuales reclamamos y exigimos poseer una participación casi total. Diversos autores han tratado este asunto y, salvo en naturales excepciones, han llegado a determinados consensos impulsados por las conquistas sociales y los acuerdos internacionales que ha conllevado nuestra civilización. Uno de los aspectos más controvertidos es la libertad de opinión o de expresión y que esta sea amparada por los grandes medios de comunicación.

En las democracias sostenidas en un Sistema Capitalista la programación fundamental está reservada para los intereses de sus propietarios y en ellos su beneficio está dirigido por el mercado mientras este no sobrepase la línea roja que tiene marcado el Sistema: el no dar legitimación al pensamiento comunista y a la izquierda consecuente. Entonces se relegan esos pensamientos a medios alternativos de muy bajo alcance. Cuando los grandes medios les dan cabida a esos pensamientos sólo es para certificar una “pluralidad” y “unas alternativas” toleradas en contubernio con la publicidad en que se mezclan y casi como una terapia sobre el poder del Sistema donde rara vez pueden esos pensamientos ser coherentes con su participación. Es lo que pasa en el canal español Intereconomía. Después de un posicionamiento completamente de derecha ha tenido un ligero cambio: admite y debate libremente algún pensamiento de izquierda que unido a los comerciales que lo interrumpen y a la mejor imagen de los criterios de derecha termina glorificando las oportunidades participativas que ofrece el pensamiento de derecha. En otros momentos de este canal y de los demás canales por supuesto, la cuestión se ha zanjado mediante la proliferación de programas mal llamados de “participación popular” donde se dan ofertas para los peores gustos y las más absurdas posiciones. En ningún momento asistimos en esa programación a la efectividad que debe conllevar la libertad de expresión. ¿Esa es la concepción que deben tener los grandes medios en una sociedad como la cubana? Evidentemente, no, pues la sociedad cubana fija sus pilares en pensamientos comunistas y de izquierda consecuente donde realmente pueden ser posibles los impactos transformadores de la sociedad humana a través de la libertad de expresión.

De igual forma, Cuba está obligada a no comportarse con los grandes medios como si igualmente tuvieran propietarios, aunque no está de más recordarnos que sus propietarios somos los que le arrebatamos al pensamiento de derecha una de sus más fuertes armas: la opinión publicada. ¿Se la volvemos a entregar? Desde luego que no, aunque algo nuevo habrá que hacerse con los grandes medios para que igualmente reflejen la pluralidad y las alternativas existentes en el seno de la sociedad cubana sin que afecten al pensamiento de izquierda que hemos conquistado para su más amplia divulgación, comprensión y coexistencia armónica con otras posiciones. No podemos perder de vista que el poder en Cuba se ejerce para beneficiar a las amplias mayorías de la población y no a una minoría con otros intereses, pero sí estamos obligados a entender que ese poder no puede sostenerse en una robotización del pensamiento, sino en el mayor convencimiento al desarrollo de las prácticas del pensar. ¿Cómo hacerlo en los grandes medios? ¿Son los profesionales del periodismo y de otras disciplinas afines los que deben determinar el diseño y sus contenidos? ¿Son los militantes del Partido Comunista los que deben decidir qué se divulga y qué no? ¿Son todos los cubanos, sean cuales sean sus pensamientos, los que habrán de acceder a ellos amparados por la libertad de opinión o expresión? ¿Son los más altos dirigentes del Estado, de la Asamblea Nacional del Poder Popular y de las instituciones creadas los que deben encontrar un consenso sobre este asunto? En Cuba está con gran suficiencia aclarado que los grandes medios no volverán jamás a responder a beneficios privados, por lo que lo público en los grandes medios habrá de alcanzar su más alto conocimiento y reconocimiento. ¿Está suficientemente esclarecido el acceso a esas responsabilidades de autoridad y los acerados controles a los poderes establecidos? Por el tiempo que llevamos ocupando el poder se hace necesario y urgente estudiar muy seriamente esta problemática e ir ofreciendo soluciones más allá de las que ya tenemos y que están denotando una conflictividad creciente que no es fructífero ignorar.

Hay muchísimas diferencias entre un artículo periodístico de tirada nacional, de revista especializada, de blog por internet e incluso entre estos y un libro, una pieza teatral en un local íntimo y un discurso emitido por la televisión pública. Los malabarismos con la libertad de opinión o expresión determinan nuestras políticas actuales en cada uno de esos entornos. ¿Estamos jugando con el poder? Es claro que no, o al menos que no debe hacerse y que se impone el más profundo análisis de esta situación.

Por supuesto que debemos "vivir la misma libertad para criticar al imperialismo que para criticar nuestros errores". Salvo que, como dice el destacado teólogo de la Liberación Pere Casaldàliga, debemos tener muy en cuenta que “la verdadera libertad es comunitaria en tanto yo soy libre si tú eres libre”. Cuando esa relación es violada, como sucede en la mayor parte del mundo, si no en todo él, nuestra responsabilidad para con la libertad adquiere diversos matices que no podemos dejar de observar y uno muy importante en Cuba me lo señala un buen amigo: “nuestros éxitos son muchos más que los que nosotros mismos reconocemos.” Tal vez por ello siento que vivimos las ideas que propiciaron las conquistas cubanas con tanta fragilidad que, de no ponderar lo que hagamos con ellas en la actualidad, aparte de todo lo que hay que arreglar y que no debemos descuidar porque son parte del seguimiento de esas conquistas y de esas ideas, todo se nos puede escapar con una facilidad estremecedora.

El poder predominante en cualquier sociedad está en las clases dominantes. Resulta algo muy normal su aceptación en las llamadas “democracias con sistema capitalista”, donde seguimos viendo que dentro de ese sistema nunca podremos desplegar de forma completa los pensamientos de izquierda, pudiendo alcanzar sólo algunos escaños que el poder puede tolerar para los que puedan comprarlos o les convenga al propio Sistema Capitalista. Sabemos que en los principios de nuestras luchas revolucionarias existe con verdadero arraigo la mayor vocación para el desarrollo de un nuevo poder donde la libertad sea de todos y sin distinción del poder adquisitivo ni por meras conveniencias. Sabemos que no lo hemos logrado del todo y en esa lucha estamos. El poder en nuestro país, como interpreto en lo apuntado recientemente por Salim Lamrani sobre nuestras verdades, está fijado a partir de que “La Revolución Cubana, edificada por varias generaciones de cubanos, posee todas las virtudes y defectos de la condición humana y nunca ha tenido la pretensión de erigirse en modelo. Sigue siendo, a pesar de sus dificultades, un símbolo de dignidad y de resistencia en el mundo.”

No creo hacer un flaco favor que recordemos eso. Tampoco pienso que tal recuerdo desvalorice otras luchas. Si no defendemos lo que hemos podido alcanzar podremos quedarnos con muy poco para defender. No creo estar atado a lo logrado. Aspiro, como todos, a más, sólo que no deseo que la aspiración pueda truncarme el Ser. La prisa en obtener soluciones a la problemática de los grandes medios no puede ejercer presiones desestabilizadoras y la humildad no es sinónimo de sumisión. Violar los estamentos de poder conquistados puede debilitarnos sin haber encontrado reales soluciones a las formas y métodos que deben cumplir los grandes medios dominados por un pensamiento de izquierda triunfante como el cubano. Y ello no quiere decir para nada que nos sometamos servilmente a lo que tenemos, sino que en la relación con ello busquemos incesantemente el mejoramiento que necesitamos. No podemos descuidar que ese es el objetivo fundamental del poder revolucionario y no el satisfacer los movimientos del poder contrarrevolucionario. ¿Se está logrando?

Todo parece indicar que, aún siendo nuestro gobierno uno de los que más escucha a su pueblo entre los demás gobiernos que hay en el mundo, estamos lejos de lograr la escucha perfecta. Ello nos incita a seguir batallando para que nos escuche cada vez mejor, pero me resulta imposible no alzar por encima de todo la defensa del Ser Colectivo que conseguimos. Creo que cualquiera otra aspiración incontrolable puede truncarlo. Ya dice el dicho que construir lleva su tiempo y que destruir lleva un instante. Si no pensamos que muchos y con un poder casi omnipotente pretenden destruirnos, estaremos arando en el mar todas nuestras buenas aspiraciones. Vuelvo a repetir, no pretendo sacrificar esas luchas en pro de lo que tenemos, pero sí elijo matizarlas fuertemente con otros compañeros de lucha, aunque a algunos pueda considerarlos desacertados, deprimentes o absurdos. Vivimos una circunstancia de grandes matices y si no los comprendemos, el “cambio de régimen” que se plantean los grandes poderes para Cuba se nos hará natural. Reitero, esto es fundamental no olvidarlo. Estamos obligados a cuidar las riendas que un día conquistamos a los poderes que nos oprimían. La definición y las formas para lograr el mejor ejercicio del poder y sus relaciones con la libertad para ocupar los grandes medios de expresión han de ser una búsqueda fraternal constante.

Ya quisiera yo que un sinfín de compañeros que considero muy valiosos tuvieran mayores cuotas de poder para que otras alternativas al poder que tenemos pudieran desarrollarse, pero muy lejos estoy, a pesar de conocer los fallos que tienen los que actualmente ocupan el poder, de machacarlos risueñamente. Pienso que, más que luchas internas que por sí solas se darán de la mejor forma que podamos, nuestra tarea más urgente es proponer, practicar, experimentar, insistir, seguir buscando. Está muy claro en esa iniciativa individual convertida en colectiva que, con cintas amarillas y sin nombrarla antagónica a otras iniciativas, enarboló uno de nuestros 5 hermanos condenados por los Estados Unidos cuando protegían nuestra paz. No es pelearnos entre nosotros como alcanzaremos avanzar en las nuevas concepciones  para el ejercicio de la libertad, para las modificaciones naturales del poder y para la realización de impactos sociales. Puede parecer muy peligroso y hasta considerarlo excluyente, pero se torna imprescindible entender que los grandes medios de la información cubana sólo deben abrirse a la pluralidad y alternativas coherentes con nuestro proceso histórico, ya que lo contrario, sin el estudio adecuado, puede acarrearnos el justificado peligro de que volvamos a vivir la exclusión. Es justo que trabajemos por la inclusión, es un deber, pero sin olvidar que si no hubiéramos triunfado estaríamos por siempre excluidos. Desgraciadamente esa es la verdad que nosotros no podemos repetir. Nuestra más completa victoria se decide en la inclusión.

Decía el escritor Leonardo Padura en entrevista concedida a la Agencia EFE y publicada por el Diario de León el 23/09/2013 que “mi generación, la que masivamente fue a la universidad y creó profesionales, se frustró, porque esa capacidad profesional nos hace menos capacitados para ser agresivos y pícaros.” Como hablamos sobre la libertad, pues cada cual aprecia la vida como lo estime y perfecto que Padura lo exprese, pero como también hablamos de una libertad comunitaria no todo lo que diga cada cual debe ser divulgado ampliamente. Yo fui a la universidad, me licencié, ¿me frustré? No lo creo, pues por no estar “capacitado para ser agresivo y pícaro” y sí para ser mesurado y honesto siento una verdadera realización. Las nuevas generaciones no tienen que ver en mí ningún modelo a seguir, pero ojalá que mi generación pueda contribuir a que los jóvenes se “capaciten” más que nosotros en los oficios de la inteligencia, la reflexión y la honradez en vez de dejarse seducir por la agresividad y la picaresca que pueden conducirlos a cualquier irresponsabilidad con su legado histórico e ideológico que normalmente es la mejor vía que la reacción ha encontrado para que nos enfrentemos entre nosotros mismos “sin su permiso”.

En entrevista concedida al ensayista cubano Julio César Guanche y publicada en la Web Rebelión bajo el nombre “Memoria, ideario y práctica de la democracia” el 24/12/2012 podemos leerle al filósofo catalán Antoni Domènech lo siguiente: “Este mundo nuestro no es sólo un mundo social y política y espiritualmente hecho en régimen de exclusividad por la burguesía industrial y modelado en exclusiva por las fuerzas históricas dinámicas que Marx llamó “modo de producir capitalista”. Es un mundo modelado y construido también, a la contra, por nosotros, por el movimiento obrero, por las clases populares, por los pueblos colonizados, por los humillados y condenados de la Tierra.” Yo agregaría que uno de los más importantes hitos logrados “a la contra” es el triunfo y mantenimiento de la Revolución Cubana. Pensemos que podemos seguir defendiéndolo como me dice el entrevistador: “con más y mejor imaginación”.

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