lunes, 26 de octubre de 2009

SALIR DEL ARMARIO O VIVA LA COMEDIA

Atención, mucha atención, la palabra, los diálogos, constituyen el centro de esta película. Si nuestros oídos y nuestra concentración no están donde deben estar no podremos desentrañar la profundidad de la historia que se nos cuenta. Tampoco podremos disfrutar del género que se ha escogido para contárnosla. Repito: atención!!

Una película sencilla, como si a cualquiera de nosotros se nos pudiera ocurrir. Muy pronto nos damos cuenta del enorme valor de la sencillez y reconocemos el meritorio trabajo de los realizadores de este film. Se necesita ser un auténtico creador, como en su tiempo lo fueron Aristófanes, Shakespeare y Molière. Ahora lo sentimos con suavidad en esta aparentemente simple cinta de Francis Veber. Cada artista en su complejo mundo de razón, sensibilidad y talento lo plasma a su medida. A través del equívoco, del enredo, de la comedia, han tratado los más grandes temas de la Humanidad.

¿Podríamos tratar el verdadero valor de las cosas mediante una declarada dosis de buen humor? ¿Podríamos reírnos de aquellos que sólo viven para amontonar y contar trozos de papel? ¿Podríamos sentir una delicada sonrisa ante una familia deshecha? ¿Podríamos abordar la timidez, la personalidad gris, la insignificancia humana refugiándonos en una risa controlada?

A veces, muchas veces, nos salva una sonrisa. Es cuando logramos que la comedia no se convierta en tragedia. Amamos mucho más la alegría. Es indiscutible. Que la risa nunca nos falte. Y por la alegría y la felicidad realizamos los mayores esfuerzos. Entonces podríamos afirmar que bien vale la suavidad de la mirada hacia los temas más terribles. Que el camino sea dulce con nosotros.

Y no es que desvaloricemos el golpe, la herida, el dolor, la lágrima, la pena, que se esconden detrás de múltiples sucesos que nos narra esta película. Nunca veremos el drama real, aunque sepamos que está ahí y podamos imaginarnos todas sus consecuencias. Tal vez por imaginarlo y por saber que en gran parte de las veces posee una solución, podremos sonreír y mirar hacia delante con valentía. Es un encanto que ha de encontrar todo ser humano que puede necesitar una ayuda casi milagrosa. Y tenemos que estar listos para realizar el milagro. Todos aprendemos.

Perder el trabajo es un drama terrible. Ser diferente en un entorno agresivo es una verdadera tragedia. Vivir con personas que casi podrían identificarse, en el pensamiento y en la acción, con verdaderas bestias, puede ser un horror cotidiano. Saberse ignorado, excluido, burlado, son aspectos que pueden hundir a cualquiera. A fin de cuentas, somos muy débiles. Pero cuando alguno de esos aspectos se constituye en ardid para librarse de una determinada situación, el dramatismo abandona su lamento y se convierte en arma contra aquellos que propagan el mal.

La historia de un ardid y todas las peripecias que desata viene a demostrarnos, en esta película, que del supuesto mal nadie está libre. Ni la propia víctima, aún en su simulación, cree haber acertado cuando aceptó realizar la excusa que lo libraría de su peligrosa situación. Y con aquel que de burlador pasó a ser burlado sólo sentimos una profunda lástima por las desgracias que le sobrevienen.

Y hay más, la historia es amplia y da para muchas reflexiones: ¿Pueden convivir los fuertes con los débiles? ¿Por qué es necesario el ardid realizado? ¿Qué significa ser tímido, o aburrido, o tener un escaso atractivo? ¿Qué importan los sentimientos reales para formar una familia? ¿Qué sentido tiene excluir a nadie del goce de la vida? ¿Qué hacemos con aquellos que aún no han aprendido que vivir es conocer al otro, comprenderlo y ayudarlo?

Una broma, toda la película es una magnífica broma para tejer un argumento donde, uno tras otro, salen del armario -a pesar de que algunos poseen ciertas ventajas de tolerancia-, muchos de los grandes temas que nos afectan.

Podemos reírnos, y seguir, apurarnos para salir en la fotografía colectiva, porque de la lucha de cada uno de nosotros depende que podamos continuar extrayendo males del armario. ¡Viva la Comedia!

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