martes, 5 de mayo de 2009

Perfecto Caramelo desde el Líbano

Caramel (Sukkar Banat, en árabe), ópera prima de la realizadora libanesa Nadine Labaki, coproducción con Francia del año 2007.

Una película extraña en el mundo árabe y bastante aplaudida en Occidente. La influencia francesa en Líbano salta a la vista. Pero mucho más notamos la falta del entorno que nos dan las noticias que recibimos desde hace muchos años sobre el desangramiento de esta pequeña nación. La cinta ha sido muy bien recibida en el país de los cedros, donde las constantes guerras han estropeado la tradicional convivencia entre diferentes culturas, religiones y comunidades. Todavía no han sido juzgados los criminales que orquestaron en Beirut las matanzas en los campamentos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila, el 18 de septiembre de 1982, durante la ocupación del país por las tropas israelitas de Ariel Sharon. Tampoco las más de 3 mil víctimas han podido ser enterradas como se debe. Un valioso testimonio de aquella masacre lo podemos ver actualmente en nuestros cines, el film Vals con Bachir, del ex soldado israelí Ari Folman.

Casi toda la cinematografía libanesa trata el conflicto bélico de las últimas décadas. Caramel es una prodigiosa excepción que, aunque algunos creen ver en ello una evasión de la realidad, puede confirmarse que, aún no tocando para nada ningún aspecto de las constantes guerras, quizás sea la película donde más se ha hablado de ellas después de verse. ¿Es posible que las historias de cinco mujeres correspondientes a distintas comunidades que confluyen en un salón de belleza constituyan una representación de la situación del país? La guionista, directora y actriz principal de la cinta nos lo confirma: “Quería hablarle al futuro. El rodaje terminó justo 9 días antes del comienzo de la nueva guerra entre Israel y Líbano en julio de 2006. Al principio me sentí culpable de hablar sobre el matrimonio, el amor, la sexualidad, temas que podrían herir sensibilidades en medio de la dolorosa situación y pensé abandonarlo todo, pero finalmente creí que debía seguir adelante, porque mi película es un mensaje de vida y como tal también es parte de la realidad.”

Caramel es la cotidianidad, en cualquier parte del mundo y en cualquier circunstancia. Los dilemas sociales planteados a través de unas mujeres que se ayudan mutuamente pueden constituir todo el interés de la vida. La vida estará siempre por encima de cualquier contingencia circunstancial. Entonces, más allá de lo extraño, sí, extraño, aunque siempre ha sido muy natural, de los conflictos bélicos, los asuntos que más nos importan a los seres humanos son aquellos que engloban la cotidianidad de la vida. Layal ama a un hombre casado, Rima siente un temblor ante los cabellos de una clienta, Yamale se resiste a envejecer, Nisrin tiene que resolver su virginidad antes de ir al matrimonio, y Rose pensará una y otra vez, o no, _este es el dilema de todas: si piensan o no, si actúan o no, si…_, si debe sacrificar su amor. Las cinco mujeres se debatirán durante todo el film si son como quieren ser o si el silencio debe imponerse y dejar que las cosas cojan su rumbo sin destacarlas. Podría inferirse que son las armas de la guerra las que deberían callarse, pero otra vez las seguiremos oyendo, aunque no las oigamos en toda la película, y continuemos sintiendo que las mujeres, aunque hablen mucho_ como siempre se dice_ se mantendrán calladas y sostendrán las normas establecidas.

Labaki ha creado un mundo colorista y sensual, una hermosa sinfonía de elegancia, suavidad y buen gusto. Nunca provoca, no quiere alterar a nadie. Es una mujer. ¿Acaso no es el único ser humano con capacidad para cargar con otro dentro de sí mismo? Sería impensable que el hombre pueda concebir esta naturaleza. Sólo la mujer está dotada para entender en toda su profundidad el sentido plural de la existencia y su cuidado. Puede llevar con ella a un nuevo ser completamente diferente, pero siempre lo protegerá como a sí misma. Es que es ella misma. Por naturaleza no puede asumir con entera normalidad esa tarea de matar a otro que significa la guerra. Puede resultar extraña esta afirmación, lo es, pero no deja de ser sorprendente que, por muchos otros argumentos que tengamos_y los tenemos_, lo dicho es de una exactitud y una justicia absolutas.

Caramel parece ser el discurso más inofensivo que las luchas feministas puedan haberse planteado. Pero tal y como sucede en muchas obras de arte, en lo que no se dice está todo lo que es. Entonces de ella pueden inferirse los más diversos asuntos. Todo nos inquieta. Buscamos cuántas comunidades cohabitan en Líbano, las relaciones entre musulmanes sunitas y cristianos maronitas, la marginada minoría chiíta, las diversas alianzas, los refugiados palestinos con las tantas restricciones que pesan sobre ellos, el comienzo en La Haya del tribunal que investigará el asesinato del ex premier Rafik Hariri, las relaciones con Siria, el movimiento Hezbollah y la presencia omnisciente de la amenaza del Estado Hebreo. Son muchas las interrogantes, pero nos asalta esa preocupación latente en todos los pueblos: ¿Podemos pensar que algunos políticos y sus expertos en agudizar conflictos logran realizar las guerras cuando nos arrebatan algún aspecto de la vida cotidiana, lo exacerban, y crean un problema donde sólo había un encuentro de diversidades o un gesto de solidaridad ante el más necesitado?

Hay que decir, por si no se entendiera lo suficiente en esta sutileza de mensaje cinematográfico que es Caramel, que la realidad más esencial de la vida, la que más nos importa, en Líbano o en cualquier otra latitud, es lo que reflejan las 5 historias que contiene esta película. Es cierto que en vez de 5 podrían ser 10, o más, todas las que se quieran, y hasta incluyendo alguna sobre tanta sangre derramada en ese país legendario. Pero 20 o 10 significarán siempre lo mismo cuando pretendan ser mensajes a la vida. Somos seres humanos antes que conflictos para exterminarnos los unos a los otros. Lo que más nos preocupa es ayudarnos a convivir en toda la pluralidad que vamos encontrando en nuestras historias. Las 5 que nos cuenta la película pueden estar perfectamente alrededor de cualquiera de nosotros, mujeres y hombres, porque somos lo mismo para arreglarnos.

Si no hablamos y callamos sobre la veracidad de estas historias nos estaremos engañando, en Beirut o en Barcelona. Alguna de ellas nos toca directamente. Si pretendemos celebrar con hondura el Día Internacional de la Mujer no debemos desaprovechar la oportunidad para romper el silencio y lanzar, como cualquier persona que crea en las fuerzas y en las razones de la mujer, el mensaje universal que porta la maternidad: la igualdad de la vida que nace y que en completa libertad debe desarrollarse.

Y no hemos hablado de las interpretaciones que tanto disfrutamos en esta película. Todas son excelentes, sobre todo las femeninas que, aún cuando la mayoría no son actrices profesionales, están incuestionables. También en esta película resulta muy difícil no hablar de la música de Khaled Mouzannar, porque su banda sonora contribuye de manera decisiva a la comprensión de la sencillez de las relaciones humanas, acentuando su poesía y su deleite. La escena en que Layal habla por teléfono con su amante y el policía la observa y habla sin ser visto por ella es un momento antológico de las escenas amorosas del arte cinematográfico.

La canción y la escena con que termina esta magnífica película son sobrecogedoras. La clienta se ha cortado el pelo, ¿qué sucederá en su casa? No lo sabremos. Todo el film rehúye la posible tragedia. Es un llamado a la esperanza. Dice la canción: "espejo mío, dime quién soy." La chica ríe feliz con su pelo recién cortado y su imagen se congela. ¡Cuántas cosas hay que cortar para la emancipación completa de la mujer! Esperemos que los cortes posteriores no sean fundamentalistas con el hombre. Hay que cambiar toda la sociedad, hay que cambiar el mundo. Sobre los créditos finales vemos a Rose y Lilí recogiendo papeles en la calle. Igual podría ser que unos personajes darán un gran salto y otros no tendrán esta posibilidad, como puede suceder en cualquier mundo que se precie de no ser absoluto.

Caeríamos en una simplicidad si creyéramos que la película sólo nos habla de la mujer árabe, libanesa. Es increíble el enorme trecho que todavía debe recorrer la mujer para alcanzar todo el esplendor de su identidad, aún en Occidente. El caramelo de la depilación oriental es una pasta dulce y amarga que todavía seguiremos probando. El film no quiere ir más allá. ¿Para qué más guerras? Pero en su final, comienza. Ninguna sociedad puede pretender trasladarle su estadio a otra. Cada sociedad está en el suyo y éste debe ser respetado. Sólo mensajes deben enviarse, y siempre de paz. Es la mejor contribución.

Durante todo el metraje la procesión, no la social o folklórica que entra en el salón de belleza, la procesión íntima, ulcerante, que recorre las distintas historias, está escondida en las entrañas de cada personaje, y no sólo en los femeninos, sino también en los masculinos. Tanto el policía enamorado de Layal como el novio de Nisrin son pasto del mismo sufrimiento: ambos también deben esconder sus rebeldías, sus identidades, a pesar de la inmensa satisfacción con la que el policía sale transformado de la peluquería. Todo podría sintetizarse en Lilí: sus cartas de amor son los papeles tirados en el suelo, la más completa locura. Basada esta historia en una real, ¿qué falta por entender? Sólo que en la cinta no se nos dice que cuando joven Lilí fue impedida de acceder a estas cartas, y cuando se las dieron _porque se las guardaron, para mayor crueldad_, ya el enamorado francés había desaparecido.

Así pasa con múltiples aspectos de la mujer. Sencillamente es una identidad mutilada _puede aceptarse la locura_. O cantar, como hace Rima durante la boda de Nisrin, cantar una preciosísima canción de amor, ella, precisamente esta mujer que no por ser diferente deja de ser persona, ese ser humano maravilloso que posiblemente jamás pueda disfrutar del amor, pero qué bien le canta, aunque se disfrace. No importa, la misma novia ya dijo anteriormente "¿Quién no miente?"

Pues mientras no podamos cambiar este mundo que tiende a ahogarnos a todos, VIVIREMOS EN LA MENTIRA. Tal vez sea una forma para que nos demos cuenta de que todo debe ser cambiado, porque lo único hermoso que tiene que ver con la humanidad, lo que la distingue del resto de los animales, es que ríe. Y la película quiere que riamos. Riamos entonces mientras vamos cambiando el mundo, aunque sea mintiéndonos. La propia mentira puede ser una excelente terapia y hasta un camino de esperanza, el único camino que hay que recorrer. Al final encontraremos la verdad.

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